LOS PROYECTOS DE UNIDADES Y LA UPN:
UNA MIRADA CALEIDOSCOPICA

Decía mi autor favorito, Alain Badiou: “Cuando hay una asamblea, salgo corriendo”, extraña afirmación tratándose de alguien que admira la Revolución China y en diversas ocasiones no tiene reparos en mostrar su firme convicción en lo real de las masas y especialmente, del pueblo. Badiou es un acérrimo enemigo del fingir hacer la democracia con la mera opinión, pues también hay verdades. A propósito de en estos momentos estar ya el país imbuido en el reto de la continuidad de la 4T, con todas las complicaciones que ello conlleva (no repetir un Maximato como el de la posrevolución, impedir que los empresarios parásitos vuelvan a tomar el control, erradicar para siempre la invasión del neoliberalismo en la educación, etc.), se impone la obligación moral de hacer un cuidadoso alto en el camino y realizar un balance con la mirada general que exige un verdadero proyecto universitario en nuestra casa de estudios, casa de transformación como lo desearon los maestros que nos anteceden en las últimas dos generaciones; los que ya se fueron y los que siguen.

Cuando hay una reunión devenida en asamblea, donde las participaciones la diversidad se impone y la complejidad corre el riesgo de atemorizar a cualquier amante del orden cognitivo, siempre es posible recurrir a lo que Gramsci llamó “mirada caleidoscópica”. Es momento de explotar lo que significa esta metáfora. Ayer 24 de abril en la reunión de directores de Unidades verificada aquí en La Paz B.C., se expusieron múltiples puntos de vista que a momentos parecieran sólo abonar a la variedad infinita: una interminable sucesión de descripciones (de situaciones, problemas, propuestas, impotencias, sueños, estados de ánimo, etc.). Alguien en un momento dado llamó “hoyo” a lo que bien podría ser la ambigüedad del estancamiento, o bien en vertical, el camino esperanzador, en horizontal. El caso es que a cada cosa expuesta el tiempo nos pone en posibilidad (no a todos), de hacernos sentir su torsión a través de la experiencia subjetiva de las verdades allí expuestas. Cuando hay señalamientos capaces de resignificar el pasado, presente y futuro; cuando se hace presente el tiempo de verdad y las situaciones del tipo de las encrucijadas. O dicho en breve, cuando ya estamos en el acontecimiento, cada punto (pensemos en el caleidoscopio), donde se abre un cometa (hay que imaginarse el símil) de colores al irse ensanchando una línea al mismo tiempo que otras trayectorias van también abriéndose y cerrándose, todas en trazos de colores en un mismo grupo de líneas corriendo juntas, se puede decir que, como dicen los tahúres del poker, ya están las cartas sobre la mesa, están ya aquí los tiempos de las apuestas, claro, mucho más serias que el capitalismo de los negocios.

En dicha reunión se visibilizó de manera eruptiva, notable, una pasión por la educación pública, se llegó a evocar los daños del neoliberalismo, los reparos en el camino de un nuevo futuro pero sobre todo ya, la disposición conjunta por la construcción del proyecto UPN desde un optimismo realista que solamente puede experimentarse con la presencia de los cuerpos en expresión elaborativa del lenguaje. Es más que las voces; se trata del ir en conjunto, de ser conscientes de que, si bien la UPN nació por decreto, nuevamente una vez más nace, y esta vez en situación clave, el sentido de apropiación del proyecto. No un proyecto que ya esté y sólo consista en retomarlo, sino en actualizarlo en sus rasgos generales y esenciales: justicia social, transformación, modernidad educativa, humanismo, entre varios otros valores, al tiempo de tejer de manera paciente, sabiamente práctica, incluso con resiliencia, la operatividad de las acciones por-venir como dijera Ernest Bloch. Es así que un nuevo tiempo se abre para la UPN; hay noticias que esperar en estos días y meses, seguro varias buenas y no tan seguro otras malas, pero ciertamente tal es la condición humana. El proyecto de la UPN se puede ya relanzar; de la heterogeneidad y de las miradas pesimistas por los odiosos referentes de los trabajos mal hechos, habrá no sólo que dar cuenta, sino más fundamentalmente, hacer colores en trayectoria con las incesantes exposiciones en diálogos que sabemos se abren y cierran en ciclos, unos realizados por unos, y otros realizados por otros, pero siempre humanamente en movimientos que no sólo son de cuerpos en gestos, sino también de lenguajes en verdades. Felicitaciones a mis hermanos de la república del extenso interior país, que con sus auténticas voces han logrado desde esa hermosa sencillez que siempre les ha caracterizado como maestros mexicanos, por lograr traer al tiempo de nuevo presente.

Descarga convocatoria completa

Fe de errata: la  UPN 096 solo tiene turno Vespertino. La oficina  de San Juan de  Aragón sólo es para trámites  administrativos. Las clases  de las licenciaturas se imparten en la Escuela Secundaria  No. 5. «Mtro. Lauro Aguirre » calle Orfebrería s/n, Col Michoacana,  Venustiano  Carranza, CDMX

FEBRERO

De nuevo la destrucción y el
¿hacia dónde vamos?

Hay un aspecto de la vida moderna que nos resulta tan obvio, que casi siempre lo pasamos por alto sin concientizar los grandes males que conlleva para nuestras vidas espirituales y crecimiento como género humano. Se trata de la urgencia de hacer las cosas con rapidez: de los ritmos intensos que tan descaradamente nos impone ya sea la necesidad de ganar dinero o gastarlo, de cumplir con las tareas de trabajo que nos demandan, de llevar a nuestros hijos a la escuela, o de obtener a como dé lugar información o hasta entretenimiento para sentir que estamos “adentro”. Como dice la canción del grupo Caifanes: “Afuera tu no existes sólo adentro”.

Hace aproximadamente 170 años Carlos Marx lanzó una frase que resultaría profundamente critica al sistema-monstruo vorágine en el que hemos sido arrastrados. Dicha frase reza: “todo lo sólido se desvanece en el aire”. No digamos ya las grandes o pequeñas empresas que día a día vemos ser fundidas, carcomidas o destruidas por otras, sino también tal vorágine arrastró al otrora gran sistema burocrático de la Unión Soviética que alguna vez representó el sueño fugaz de una nueva aurora para la humanidad después de las pesadillas de la explotación laboral, del desempleo y las guerras de la primera mitad del siglo XX. En Latinoamérica Gabriel García Márquez relata la fugaz existencia de un pueblo durante treinta años en que sus pobladores creyeron que iban a ser algo más que un breve transcurrir trabajando y sobreviviendo a los avatares de las ambiciones de quienes administraban la empresa que finalmente junto con su extinción, acabaría con sus empleos, sus casas y su futuro junto con los sueños de una vida mejor ¿Quién no ha oído hablar de ciudades enteras abandonadas a su suerte después de que grandes procesos desindustrializadores anónimos y fatales, se impusieran con fuerza? Las ciudades de Detroit en Estados Unidos y Sheffield en Inglaterra son botones de muestra de lo que desde un punto de vista material y espiritual representa la vorágine del trabajo, desempleo, consumo y ocio mal entendido y vivido. Lo anterior, junto con la violencia que hoy prolifera como signo emblemático de las vidas de quienes habitamos ciudades como la de México.

No se trata de pesimismo, sino de un sobrio balance que pretende servir de motivo para un despertar juicioso y reflexivo a propósito de la pregunta de ¿hacia dónde vamos como unidad? ¿Acaso pretendemos ser tan orgullosos y afortunados de estar desconectados de los procesos que tienden a desvanecer las cosas solidas en el aire? Las pequeñas y grandes tareas de los alumnos, los detalles del trabajo que diariamente hacemos profesores y administrativos ¿Poseen la oportunidad de un alto en el camino para que sus autores tengamos un respiro, ante tanta lógica presurosa que con ansiedad y angustia se nos impone?

En una pasada editorial señalamos que la posmodernidad es veneno puro para los proyectos. Ahora, a la luz de las anteriores reflexiones, se puede agregar que los ciclos desmemorializados de muchas pequeñas rápidas tareas, a pesar de que aparentan tener como referencia la construcción de un presente referencializado al futuro, por el contrario, nos roba el alma y el tiempo valioso de una vida verdaderamente vivida. Por eso es preciso festejar las risas, la convivencia, los ratos aparentes de ocio pero que en el fondo crean el solaz de un tiempo distinto con nuestros propios ritmos sociales en la Unidad. No son ámbitos que se puedan leer con mentalidad burocrática ni con formatos, son cosas mucho más intangibles pero a la vez mucho más verdaderas. Por lo anterior, doy gracias por el pastel que compartimos los compañeros de la unidad hoy el día en que esto escribo, marcado como el día del amor y la amistad…en medio de una vorágine más global que día a día aprendemos a convivir y a hacer nuestra aliada en la lección de saber distinguir la diferencia entre lo que es una tarea de lo que es una obra.

CARRERAS QUE SE IMPARTEN EN LA UNIDAD 096

POLÍTICA INSTITUCIONAL DE LA UPN PARA LA IGUALDAD DE GÉNERO, INCLUSIÓN Y NO DISCRIMINACIÓN

MANIFIESTO POR LA EQUIDAD
Por una política de la inclusión de indígenas

ENERO

Nuevo año, nuevas expectativas

En nuestras vidas de todos los días, este mes de enero suele caracterizarse por el pago de deudas y reposición de los gastos durante las vacaciones así como los festejos de diciembre. En efecto, la economía de la inflación, combinada con el regreso al trabajo o a los estudios, convierte a estos días en una especie de cruda por los excesos de diciembre. Cruda gris, que nos parece larga, de la que casi no gusta hablar, pues conviene más recordar los momentos felices de diciembre en familia, aguinaldos gastados y regalos. Sin embargo, por otro lado, al mismo tiempo persiste otra visión de enero completamente distinta, un tanto menos reconocida, plagada, eso si, de buenas intenciones y proyectos, esperanzas para un nuevo año. Juramentos del “no volverá a suceder” o “ahora si le voy a echar ganas” pueblan en ciernes las acciones. En esta otra visión de enero subyace la posibilidad de regirnos por una filosofía que rara vez se vuelve visible detrás de los esfuerzos gimnásticos o alimenticios por bajar de peso, estudiar más fuerte para obtener mejores calificaciones o convivir mejor con las personas con las que nos sentimos en deuda moral o afectiva.

La esperanza en el sentido amplio, pese a no venderse mucho en estos tiempos excesivamente pragmáticos, inmediatistas, casi fatalmente destinados a lo anecdótico, dormita como una fuerza potencialmente eruptiva  y en peligro de desatar cosas impredecibles.  Para decirlo a bocajarro: la expectativa intensa de algo grande plausible de ser realizado a través de la política caracteriza cada vez más a la juventud de hoy. Lo podemos advertir en el interés y actitudes especialmente aguzadas, sensibles, de los jóvenes por los temas públicos. Se puede afirmar sin temor a equivocarse que las universidades, como repositorios de tales fuerzas, viven hoy el esplendor del regreso a la política por parte de sus jóvenes. No es una política en el sentido tradicional de grandes y ruidosas manifestaciones (salvo que la indignación por algo determinado alcance niveles extremos), sino una que se presenta con frecuencia en un tamaño microscópico.

De manera sutil, las nuevas formas de hacer política de los jóvenes de hoy despliegan juicios y análisis con un nivel de minuciosidad e interés que no se veía hace varios años. Ante tal escenario, enero se presenta como el mes que promete mayores acciones de los jóvenes, que de manera semejante a inicios del año pasado, aspiran a un nuevo mundo. Ello, por más que el bombardeo mediatico pretenda llevar y distorsionar tales aspiraciones al nivel de conquistas o invasiones extraterrestres, tanto como a trilladas proezas ficticias de héroes que salvan el mundo. De ninguna manera puede seguirse pensando que nuestros jóvenes se tragan por completo la narrativa de transformaciones promovidas por, o defendidas ante seres fuera de este mundo, o por personas que fungen de héroes excepcionales.

En este sentido, los jóvenes universitarios de hoy, con su nueva forma de presentir el mundo futuro de manera más amplia y mejor, abonan a las inquietudes para hacer posible el retorno de las perspectivas de amplios vuelos, perspectivas impregandas de filosofías profundas aunque en una primera aproximación parezcan investidas de aspectos mundanos. Ellos son los que tienen ahora la iniciativa y la voz en la inclinación de la balanza hacia lo divino, y no lo maldito, de los detalles.

NOVIEMBRE

El proyecto de Unidad

Tal vez una de las palabras más mal comprendidas en política sea la de proyecto. Si por algo se caracterizan las instituciones modernas es por el perspectivismo; es decir, por las nociones de expectativa, profundidad y movimiento cuando se habla de “caminar hacia adelante” o del “prometer” en política. El hecho de que hoy en día vivamos rodeados de numerosos renegados de la modernidad (llámense posmodernos), sobre todo en la academia, propicia que la palabra proyecto no sea suficientemente valorada. No sólo es el presentismo o el gustar de vagabundear irresponsables donde reside el peligro de vivir sin proyectos tanto a nivel individual como grupal o institucional: también nos acechan las psicosis y los totalitarismos cuando del exceso de libertad se transita al libertinaje. Sin duda alguna el individualismo (que lleva al egoísmo y a un enfermizo particularismo) como gran alimentador de la posmodernidad, se ha convertido en el gran destructor de los proyectos institucionales, no digamos ya colectivos o societales. Y cuando las instituciones, entendidas como el cuidado sobre la vida que llevamos todos ahora como en el futuro, son destruidas en su esencia proyectiva, entonces aparece la DECADENCIA en todo su trágico esplendor. Ello, aun cuando nos neguemos o simplemente no lo advirtamos todavía.

Que la decadencia se instale en las instituciones, o mejor dicho en lo que de remora queda de las instituciones, no significa que toda creatividad esté perdida o que no existan uno que otro hombre o mujer que entiendan la necesidad de prender las alarmas. Pero mientras el aviso de incendio llega, y mientras nuestras modorras vidas de consumo o artificiales y falsos espíritus de aventureros no despiertan ante la posibilidad de catástrofe y el surgimiento de peligrosos mesías que prometen remediar la situación sin garantía alguna, viviremos en medio de instituciones enfermas. De las mismas no conocemos su inconsciente desde el momento en que prevalece una significativa incapacidad para reflexionar proyectivamente sobre el pasado, el presente y el futuro.

Tan sólo reflexionemos en 1) El Plan Nacional de Desarrollo, 2) El proyecto sectorial que rige a la educación en nuestro país, 3) El Plan de Desarrollo institucional de la UPN (PIDI-UPN) o sencillamente en 4) El proyecto de Unidad. Instancias ante las cuales cabe la pregunta ¿Qué puntos o temáticas abordadas en estos, llevamos internalizados como referentes de nuestras acciones? El hecho de que tengamos que pensarlo dos veces o que hayamos comenzado de inmediato una actividad de autocuestionamiento (si no es que a auto auscultar) a tan ingente pregunta, ¾peor aún, el hecho de que ni siquiera la entendamos o no queramos entenderla¾, indica un deterioro de dichas instancias como verdaderamente instituyentes.

No se trata ni basta con leer los respectivos documentos, tampoco de que nuestras autoridades nos lo estén repitiendo como propaganda, sino de verdaderamente de llevar ínsita en nuestra cultura las sensaciones y sentimientos de que vamos adueñándonos del barco en que viajamos, teniendo la certeza de que no vamos a la deriva, sino que participamos en el rumbo y sabemos el puerto a que confiamos en arribar. Mientras no sea así, nos sucederá como a los personajes de “El llano en llamas” que les han venido una parte del desierto o como Pedro Paramo, que se ha visto obligado a hablar con coraje e inusitada creatividad de su situación espiritualmente enferma. Más por sí mismas, ni tierras flacas ni traumas ayudarán mucho a salir de la situación de pesimismo, incredulidad y estancamiento, sino que más bien habría que valorar y saber rescatar los ejemplos de instituciones, hechos y hombres que han dejado grandes lecciones. Hablar, discutir, tener presentes tales referencias es como podemos empezar a revalorar nuestros recursos, potenciales y elementos de optimismo para nuestro proyecto como unidad, pues de lo contrario ¿Cuándo nos enteraremos? ¿cuándo nos haremos responsable de que hemos caído en una posmodernidad como institución?

Si bien lo posmoderno representa veneno puro para las instituciones como portadoras de proyectos, por otro lado, también se puede afirmar que no todo reside en la doble dupla de que tanto gustan los planificadores parlamentario-capitalistas “Proyecto-aplicación del modelo, difusión del modelo-valoración de su difusión”. Hay mucho más. Inclusive planteamientos más sabios. La clave es que en lugar de pensar en teoría y dato (y supuestamente de allí pasar a la ingeniería social de los modelos), pensemos más bien en conciencia y vida. Es entonces posible advertir que mas allá de la tesis típica de los estados liberales de que los proyectos posibilitan el cambio gradual y administrado, racional ¡Y hasta burocrático!, se pueden pensar las cosas en términos de praxis. Aquí nos encontramos ya en una concepción que, en lugar de planificar y después pasar a la aplicación; es decir, en vez de hacer las cosas en dos tiempos separados de diseño-acción, concibamos a la realidad en su movimiento y simultáneamente nos esforcemos por involucrarnos activamente en sus coyunturas históricas más íntimas.

Esta otra visión, que apenas y tiene reconocimiento en una minusvalorada fracción de la academia universitaria, presenta un sistema de axiomas y exige de un tipo de teoremas diferentes al de la ciencia clásica. Términos como “conciencia práctica” junto al de “conciencia sensible” como contrapartidas de la conciencia filosófica, tornan el significado de la palabra proyecto ubicuo entre las grandes ideas (p.e,. educar para transformar, emancipación, desarrollo nacional, etc.) y las acciones o prácticas mundanas. Obligan a considerar a la filosofía como un eterno recomienzo. Por esta poderosa razón, por más que la discusión sobre el proyecto de Unidad se nos presente como una cosa perene, siempre, en todo momento signado por lo potencial del presente, está la posibilidad de recomenzar la discusión y ¿Porqué no? También la acción colectiva.

OCTUBRE

¿Qué es la Unidad?

En el debate sobre la Unidad (nótese el adjetivo encima del nombre), no sólo de esta (Unidad 096), sino de todas las demás de la UPN, existen muchas cosas que tomar en cuenta y analizar ¿De qué unidad hablamos? ¿De la Unidad a toda costa y en todos los niveles, como los clásicos totalitarismos terroristas, o de la Unidad-compacta cuya no-división se justifica por la fidelidad a los principios que la animan: educación para el pueblo, ideales humanistas- liberales, educar para transformar, etcétera? ¿Son ambas cosas parte de lo mismo, como si siempre la lucha por lo que se persigue exigiera unidad por encima de la libertad de sus miembros? ¿O se pueden perseguir tales ideales prescindiendo del terrorismo que implica mantener la Unidad a toda costa? Este debate suele eludirse fácilmente cuando no a olvidarse o desecharse en las amplias consecuencias que implica ¿Cuántos años esperaremos los académicos para verdaderamente llevar a cabo dicha discusión? ¿Pasaran nuestras vidas sin que siquiera hayamos señalado dos o tres cosas que valgan la pena al respecto?

 

El rastro más recalcitrante sobre el término “Unidad” hoy en día, el más evidente y que llevamos marcado como herida imborrable, aunque no nos demos cuenta o por más que lo neguemos, nos fue heredado por el siglo XX, el llamado “siglo del dos”, el de la bestia (Badiou, 2005). Tales denominaciones provienen de que, en el terreno de la política durante el siglo pasado, casi todas las cosas fueron pensadas en términos de oposiciones o dicotomías opuestas. Así, el capitalismo se pensaba como opuesto al comunismo, el blanco al negro (véase la pintura de Malevich, todo un ícono del espíritu de la época), Superman como opuesto a los malos, la justicia contra la injusticia, los buenos contra los malos, y así con una infinidad de opuestos en donde el pensamiento y la acción dominante era eliminar lo otro, negar el Gran Otro  (Meillassoux, 2018).

 

En la reflexión de los opuestos, la atención no debe tanto centrarse en el totalitarismo (aunque éste tenga su propio papel y peso en la cuestión). Es decir, la consideración central no debe depositarse en el monstruo del big brother vigilante y omnipresente en el panóptico al que desde la academia se refirieron primero Bentham y después Foucault. Se trata más bien de la entidad Uno supuesta como opuesta a otra entidad Uno diferente, se trata de que pensar la Unidad-identidad conduce a un terrible camino equivocado, cuya existencia hunde sus raíces en el modo epistemológico contemporáneo de pensar las cosas por unidades en vez de por múltiples (Olivo, 2017).

 

En suma, se trata de pensar lo múltiple como más verdadero que lo Uno. Tal axioma tiene amplias consecuencias, por mucho que parezca un asunto simplista, como si se tratara de una cosa que se pueda ignorar sin exiliar la gravedad de nuestras vidas (Weil, 2007). Permítaseme ilustrar con un pasaje de la historia los grandes peligros que conlleva pensar con el rasero de la Unidad a toda costa, condenando con ello la dispersión, la anarquía, el caos, nuevamente como si el asunto residiera únicamente oponiendo una cosa a la otra. Cuando durante los años posteriores a la revolución de Octubre muere Lenin:

 

“Stalin pronuncia en el II Congreso de los Soviets ese discurso ceremonial, en forma de prédica religiosa, que termina con los seis solemnes juramentos de fidelidad al jefe desaparecido: Al dejarnos, el camarada Lenin nos ordenó mantener en alto y conservar pura la gran apelación de miembro del partido. Te juramos camarada Lenin, ejecutar con honor tu mandamiento. El ex seminarista georgiano se pone a la altura de la ocasión, envolviendo el legado leninista en el lenguaje litúrgico que resurge de su adolescencia; con ello lo hace a la vez más sagrado y más rígido, sin que el historiador pueda precisar la parte que corresponde, en esta adaptación a la traducción de una certidumbre interior, y la que depende de un cinismo manipulador. En el interior de esta estrecha aristocracia política que forman los militantes del partido, habla como un clérigo a otros clérigos, elevando el orgullo de casta al hecho de compartir una promesa. Se acabó el tiempo de las controversias sobre los textos de Marx, y de los debates doctrinales sobre la naturaleza de las relaciones entre el partido y la clase obrera. En adelante, el partido es un clero reunido en torno de una iglesia y, por tanto, unánime como ella. Bajo la intimidación de un lenguaje tomado de un mundo anterior al de la política moderna, Stalin quiere dar a entender, también a Trotski, a Zinóviev y a todos los demás que la unidad del partido es la regla del juego y que él es su arbitro y su guardián” (Furet, 1999, pp. 155-156).

 

Sorprendentemente, no nos encontramos muy lejos de esta forma de pensar y hacer las cosas. Aún cuando bajo la égida del respeto al trabajo de los profesores se defienda la libertad, a manera de que se incurra en la acusación de dispersión y caos (lo contrario de la Unidad), de todos modos la tarea de síntesis encarnada en una persona-Unidad debe declararse como un modo bastante condenable y caduco de hacer las cosas. La representación y síntesis en un núcleo-persona, constituye una operación que debería rechazarse y diluirse, ese sí, a toda costa. Sin embargo, en México aún estamos muy lejos de renunciar a los caudillismos. Muy distanciados de dejar de pretender ver en una persona, lo que hacen decenas o miles de otras personas. La mera delegación ya no es opción en la política de hoy. El representar, bien lo dice Badiou, es para domesticar. En ese sentido mi papel de Director lo concibo más bien como presentador. Un presentador constante e incansable de situaciones siempre susceptibles de tener puntos de fuga hacia verdades universalizables. A quien acaso le parezcan demasiado cripticas estas palabras, baste decirles que lo local no es nunca algo que se pueda encerrar ni aislar como muchas veces ha pretendido concebirse a las unidades UPN. Tampoco la cuestión consiste en exclusivamente detectar lo que nos liga como Unidad hacia fuera y lo que es sólo de dentro. Es más, aún la operación de pensar la Unidad 096 en relación con lo de afuera (lo que sea), es mucho menos verdadera en comparación con la de los múltiples existentes profesores y alumnos capaces de universalizar sus verdades.

 

Por este último tipo de operaciones de pensar, por la concepción de lo múltiple como más verdadero que la unidad, es que podemos comenzar a respetar infinitamente lo compuesto, que en cada lapso de duración, se encuentra presente en cada profesor-alumno-situación, sin que necesariamente ello nos arroje hacia un relativismo nihilista, sino que más bien cada compuesto profesor-alumno-situación, siempre contiene el potencial de universal que vale la pena ser detectado, defendido, conocido, debatido y en caso de ser necesario, rectificado. Es por lo anterior que me congratulo con la tarea recientemente emprendida de investigación acción junto con los profesores de la 096, siempre incesante, de presentar este múltiple maravillosamente multidimensional y caleidoscópico, en sus potenciales signantes, capaces de asentar símbolos. Ello, aun cuando carezcamos del símbolo-nacimiento y su fecha de celebración cada año, pues ¿Quién dice que no pueda nacer algún día tal fecha de aniversario verdadero de nuestra sede UPN 096?

 

Referencias

 

Badiou, A. (2005). El siglo. Buenos Aires: Manantial.

 

Furet, F. (1999). El pasado de una ilusión. México: Fondo de Cultura Económica.

 

Meillassoux, Q. (2018). Después de la finitud. Ensayo sobre la necesidad de la contingencia. Buenos Aires: Caja Negra Editora.

 

Olivo, M. (2017). El impasse del sujeto. Badiou, la sociología y la modernidad. Barcelona: Gedisa.

 

Weil, S. (2007). La gravedad y la gracia. Madrid: Trotta.

SEPTIEMBRE

A propósito de la independencia

En ocasión del triunfo de la 4T en 2018, en un interesante grupo de whats app una pequeña red de conocidos y uno que otro desconocido debatíamos sobre las ventajas y desventajas de los gobiernos de izquierda y de derecha. Con todo sencillo sentido común, uno de los participantes hizo una gran observación sobre quienes prefieren votar por las derechas políticas: en vez de amar a la gente, prefieren o sueñan con tener subordinados a sus órdenes. En apoyo a su aserto aludió a los tiempos de antes de la guerra civil norteamericana, cuando era bastante común que la gente blanca se repartiera, o mejor dicho comprara, a la gente de color en el mercado legal de la esclavitud. Ello, mientras la gran mayoría de migrantes de Inglaterra emprendían el viaje al nuevo continente en su parte norte en busca de nuevas perspectivas de vida. Pocos saben de la gran importancia que llegó a adquirir para los nuevos pobladores de Norte América (tanto para quienes se asentaban en las orillas de la costa este desde Nueva York hasta Miami, pero sobre todo para los que se internaban al Oeste salvaje), el hecho de tener uno o más esclavos a sus órdenes. Significaba nada más ni nada menos que el signo de la distinción social, la señal de que se estaba más alto en las jerarquías del orden injusto, o en otras palabras: el objetivo que se debía buscar a como dé lugar si se quería destacar en la conquista de las nuevas tierras a la postre arrebatadas a los nativos asesinados. Cuando en el mensaje del celular leí la frase: “con un solo negro a sus órdenes ya se sentían soñados”, lo comprendí todo de la derecha. No sólo las palabras “gente”, “pueblo”, “masas”, se les figuran abstracciones extrañas y monstruosas, repudiables, sino que, para… (dar click para continuar leyendo)